En 2014, cuando se iniciaron las excavaciones para construir estacionamientos subterráneos bajo la plaza O’Higgins de Valparaíso, nadie imaginaba que con ellas se abriría una sorprendente ventana a la historia de la ocupación humana en la bahía. La aparición de restos materiales en los primeros movimientos de tierra obligó a detener las obras y a solicitar la intervención de un equipo de arqueólogos, quienes entre 2016 y 2017 efectuaron un completo rescate del sitio. En el curso de esta labor, los profesionales recuperaron una valiosísima colección de evidencias de todo tipo, que –en su calidad de bienes culturales protegidos por la Ley de Monumentos– fueron sometidas a labores de conservación y luego depositadas en el Museo de Historia Natural de Valparaíso.
Los hallazgos han permitido recrear miles de años de ocupación de El Almendral. Bajo el sello de escombros de la ciudad devastada por el terremoto de 1906, los arqueólogos descubrieron estratos de ocupación colonial de lo que debió haber sido parte de la llamada «estancia del gobernador», perteneciente a Pedro de Valdivia. También los restos domésticos de una antigua aldea Aconcagua de época inca asociada a una serie de tumbas de la misma época. En el área intervenida se encontraron, además, tumbas de cazadores-recolectores de más de 2000 años de antigüedad, habitantes de lo que entonces debió ser un prístino paisaje de humedales, roqueríos, playas y bosque nativo.
Los nativos que habitaron la aldea precolombina bajo la plaza enterraron a sus difuntos en rituales que contemplaban la ofrenda de cuencos y ollas; en esta sociedad, alimentación y muerte se fundían en un mismo viaje. Se trata de cuencos finamente decorados con motivos Aconcagua pero también diaguitas de influencia inca, que demuestran la conexión de esta comunidad con un horizonte cultural aborigen mayor. A este conjunto se contrapone otro, el de las mercancías cerámicas coloniales, importadas de la península ibérica y del istmo de Panamá durante las primeras décadas de la conquista, pero producidas en Chile a fines de la era colonial. También se recuperó un valioso conjunto de cerámicas coloniales completas o casi completas producidas en el propio reino y/o en el Virreinato peruano, las cuales –junto con contribuir a la definición de los tipos locales, todavía poco conocidos– sugieren que en la plaza se fueron asentando españoles de élite, tanto civiles como religiosos.
El análisis de objetos asociados a estos dos momentos –el Aconcagua y el colonial–, permite ilustrar cómo este privilegiado paraje ocupado por una comunidad de pescadores, agricultores y cazadores nativos dio paso a una estancia cuya producción abasteció los flujos comerciales del puerto que nacía en el sector de La Matriz. Con ello, una sociedad regional indígena, ligada por lazos de parentesco y emblemas étnicos, fue integrándose progresivamente al mercantilismo español en expansión. La síntesis de datos históricos y de las evidencias arqueológicas mencionadas permiten concluir que la participación del elemento indígena –silenciada, pero persistente– debe ser considerada como un factor significativo en el desarrollo del puerto de Valparaíso.
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