Entre las décadas de 1950 y 1970, el naturalista y coleccionista Dillman Bullock, fundador del Museo El Vergel de Angol, publicó la mayor compilación sobre hallazgos de grandes contenedores de cerámica en la zona centro-sur chilena, los que definió como «urnas funerarias». Desde entonces, se les atribuyó un uso mortuorio, sobre la base de información etnohistórica de principios del siglo XX y tomando como criterio principal la forma y tamaño de las piezas, sin considerar mayormente los restos humanos, los artefactos asociados y el contexto. Posteriormente, los avances científicos en arqueología permitieron establecer que, durante el Período Alfarero Tardío (siglos XI al XV d. C.), los recipientes de inhumaciones adoptaron formas indirectas de cista, canoas y grandes vasijas, vinculándose estas últimas a asentamientos domésticos.
Para problematizar este tema se estudiaron siete grandes contenedores cerámicos pertenecientes a las colecciones del Museo de Historia Natural de Concepción, de presunta data prehispánica o de contacto temprano. Aunque se ignora su origen exacto, habrían sido halladas en contextos arqueológicos vinculados al complejo El Vergel y pertenecen a la tradición bícroma Rojo sobre Blanco (El Vergel, Valdivia, Tringlo) de la zona centro-sur de Chile.
¿Urnas funerarias o vasijas de uso doméstico?
La investigación utilizó criterios tipológicos generales basados en caracteres morfométricos y en atributos formales y de utilización, integrando además las exhaustivas descripciones hechas por Bullock. A partir de lo anterior, se postula que este tipo de vasijas corresponde, en realidad, a grandes ollas. A simple vista, buena parte de las urnas muestran signos de alteraciones térmicas por cocción o tostado producto de un uso utilitario-doméstico. Por otra parte, las roturas que muchas de ellas presentan fueron reparadas con el fin de prolongar su vida útil, transformadas en contenedores de sólidos. Tales evidencias tienen un correlato etnohistórico y etnográfico vinculado al almacenamiento de excedentes y a la producción de bebidas fermentadas.
Si bien los contenedores utilitarios de alfarería estuvieron presentes desde principios de nuestra era, los de servicio –vasos, tazas y jarras– cobraron especial importancia para la recolección de productos estacionalmente abundantes (bayas, semillas, tubérculos) dentro de sociedades que atravesaban un proceso de intensificación productiva. En el área de este estudio, dicho fenómeno se remonta al Período Alfarero Temprano –especialmente desde el siglo IV d. C.–, durante el cual el manejo de excedentes de las cosechas requirió de artefactos y prácticas vinculadas a la acumulación. Fue entonces cuando los grandes cántaros cobraron mayor valor de uso, el que se extendió, eventualmente, a los acompañamientos mortuorios, en algunos casos para contener los cuerpos de los difuntos –práctica que se mantuvo con diversa intensidad hasta después de la Conquista–.
Descarga el artículo «Los grandes contenedores cerámicos prehispánicos del Museo de Historia Natural de Concepción: una discusión sobre la historia de las investigaciones e hipótesis funcionales», por Alberto Enrique Pérez y Juan Francisco Reyes.