El siglo XIX europeo fue el siglo de la clasificación de la naturaleza. La profesionalización de las ciencias, la fundación de instituciones para su promoción y el surgimiento de nuevas disciplinas empujaron un cambio en la forma de comprender los fenómenos naturales. Atrás quedaron los gabinetes de curiosidades, cuyo objetivo era impresionar al público mediante la exhibición de rarezas y anomalías: lo que predominó en esta época fue el ánimo de dominar el mundo a través del conocimiento de sus leyes universales, reflejado en manifestaciones como las ilustraciones botánicas, los zoológicos y las expediciones científicas.
Durante ese mismo siglo, Europa comenzó a experimentar un explosivo proceso de urbanización e industrialización, el cual trajo consigo una serie de problemas sociales y cambios en las formas de producción. Como respuesta a estas transformaciones, desde el mundo artístico y filosófico surgieron voces que abogaban por una vuelta a la vida en comunidad y en contacto con la naturaleza, a la vez que reivindicaban la creatividad por sobre el empirismo y la racionalidad.
Uno de los acontecimientos más importantes de la época fue la Gran Exposición de 1851 celebrada en Londres, donde países de todo el mundo –y sobre todo el anfitrión, Reino Unido– presentaron sus avances en el ámbito de la industria. En el marco de este evento, la fábrica de cerámica inglesa Minton & Co. dio a conocer un nuevo tipo de cerámica, fruto de la experimentación con esmaltes a base de plomo y la introducción de hornos más eficientes. Fue así como surgió la mayólica victoriana, reflejo de la convergencia entre ciencia, innovación tecnológica, arte y diseño.
La nueva cerámica –desarrollada primero por Minton & Co., pero imitada luego por numerosas fábricas en Europa y Estados Unidos– hizo eco de las corrientes artísticas de la época, que buscaban proponer una alternativa al cientificismo imperante. Su maleabilidad, colores saturados y acabados brillantes hicieron de la mayólica un medio ideal para plasmar una visión libre, expresiva y exuberante de la naturaleza, caracterizada por la representación de flora y fauna exóticas, formas orgánicas altamente estilizadas y abundante ornamentación: en resumen, una fantasía natural.
Moda victoriana de alcance global
La colección de cerámica mayólica del Museo de Artes Decorativas de Santiago (MAD), producida a fines del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX, reúne 13 piezas representativas de este imaginario natural y de las influencias que contribuyeron a su creación, entre ellas, movimientos artísticos como el impresionismo, el art nouveau y el Arts and Crafts, además de las artes decorativas asiáticas. Las piezas –jardineras, centros de mesa, floreros y figuras de pájaros– fueron producidas en Inglaterra, Francia, Alemania y República Checa por fabricantes cuya identidad se ha podido determinar, principalmente, a partir del análisis de los sellos impresos en varias de ellas. Aunque se desconoce cómo llegaron dichos objetos al país, la presencia de mayólica europea en colecciones chilenas da cuenta del impacto global de este fenómeno de las artes decorativas victorianas.
El estudio de las piezas del MAD no solo permite aproximarse a una expresión artística representativa de una época; también brinda la oportunidad de comprender los procesos económicos y sociales que determinaron su desarrollo, abrir debates en torno a temas como el gusto y la moda, y reconstruir redes globales de intercambio de ideas y bienes de consumo de las que Chile también fue partícipe.
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