Se realizó charla magistral de la antropóloga argentina, Rosana Guber
El día 7 de septiembre en la sala América de la Biblioteca Nacional, la Subdirección de Investigación del Serpat y la Universidad Academia Humanismo Cristiano, a través de la gestión de Francisca Pérez, organizaron un encuentro presencial, donde la destacada antropóloga argentina Rosana Guber, investigadora principal de Conicet y docente universitaria, reflexionó sobre el trabajo de campo antropológico.
Rosana Guber, finaliza el año 1982 la licenciatura en Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, luego realiza una Maestría en Ciencias Sociales en la Flacso, que culmina en 1985. Recibe el MA (1992) y el PhD (1999) en la John Hopkins University, Baltimore, Maryland, EE.UU. Desde 1994 es directora del Centro de Antropología Social del Instituto de Desarrollo Económico y Social IDES y de su Maestría en Antropología Social. Es Investigadora Principal del Conicet y docente de posgrado en varias universidades argentinas, como la Universidad Nacional de San Martín, Universidad Nacional de Misiones y la Universidad Nacional de Córdoba. Sus principales líneas de trabajo son la etnografía y el trabajo de campo, la antropología de la antropología en la Argentina, antropología de la Guerra y de las Fuerzas Armadas, y las memorias y experiencias de protagonistas directos, civiles y militares, en el conflicto anglo-argentino por las Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
En relación con la etnografía y el trabajo de campo Rosana Guber ha escrito varios libros e innumerables artículos de todo tipo y alcance. Uno de sus primeros libros, El Salvaje Metropolitano (1991), muestra una serie de reflexiones sobre las formas estandarizadas desarrolladas por la etnografía para producir conocimiento empírico válido y genuino, en una realidad que se transforma. El conocimiento de los grupos humanos sólo es posible en la medida en que el antropólogo aprehenda las maneras propias que dicho grupo tiene para generar conocimiento y señala que es imposible alcanzar esa comprensión si no despliega, a partir de sus propias percepciones, elaboraciones teóricas provenientes de su sentido común. En La Etnografía (2001) enseña que esta disciplina consiste en animarse a abandonar la comodidad de una oficina y meter los pies en el barro del terreno, a fin de entender cómo vive y piensa, siente y cree un grupo humano. El etnógrafo deberá comparecer en persona ante los miembros de ese grupo y sostener un contacto prolongado con ellos, conversando y compartiendo actividades sociales tan variadas como cocinar, bailar o jugar al fútbol, siempre que sus condiciones de género, edad, grupo étnico y competencia general lo hagan admisible. ¿El secreto? Mantener el delicado equilibrio entre observar y participar.
Tal vez, la mejor forma de mostrar su contribución no solo a la etnografía sino a su enseñanza, sea usando sus mismas palabras: “Los antropólogos trabajamos, aprendemos, conversamos y convivimos haciendo trabajo de campo. Cuando aprendimos antropología sabíamos que deberíamos ir hacia la gente, convivir con ella, estar ahí. La idea era estar presentes, de cuerpo entero, sin mediadores ni mediaciones. El trabajo de campo que aprendimos era eso, presencial. Expresiones como Observación Participante y Entrevista en profundidad denotan cotidianeidad, intimidad, complicidad. Para eso debías ir y quedarte, hacer y conversar, mirar y estar en sus mismas condiciones, al menos por un tiempo. Y cuando volvieras a tu universidad, leerías tus libros de teoría, ahora con el campo presente discutiendo en tu cabeza y, ojalá, en tu escritura”.
Pero no podemos dejar de mencionar sus textos sobre la Guerra de las Malvinas. En Mar de Guerra (2022), libro que recoge las últimas investigaciones de Rosana Guber y un grupo de investigadores, se muestra a “los marinos argentinos en un campo de batalla que transcurrió en las profundidades de los submarinos, en las superficies de los destructores, las corbetas, el portaaviones, el crucero y sus balsas, en el cielo de la aviación naval, y en las orillas y avanzadas terrestres de los infantes de marina, los buzos tácticos y los comandos anfibios”. Luego de cuarenta años, “el profundo legado que estos hechos dejaron en la Armada y en la población argentina se mece entre el silencio de las conciencias, el respeto de la recordación y la inminencia de las palabras”, y este trabajo, como otros escritos por Rosana Guber sugieren “nuevas miradas para ayudar a mejor decirlas”. Su etnografía de la guerra es pionera y ofrece un camino a los antropólogos que han descuidado el estudio de las fuerzas armadas en nuestro continente.